A fondo

  

Bosquejo de caracterización Inicial.

El Punto de Partida.

Plataforma para el trabajo de la TLM

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El objeto formal de la Teología Litúrgica es la liturgia in actu, vista y vivida desde dentro. Sin embargo, es necesario considerar que la música litúrgica pertenece al objeto de la Teología litúrgica por su propia naturaleza. No obstante, esta se convierte en TLM, ya que ahora debe integrar en su objeto formal el océano de experiencias y la epistemología de la música y la Musicología.

Adecuación es la calidad que los rituales litúrgicos demandan al canto y a la música. Esto implica que tanto las palabras como el canto deben expresar  lo que cada liturgia contiene: el Misterio, que no es solo Cristo y su acción salvífica en general, sino también cómo Él desea manifestarse en cada momento particular de cada celebración.

Ahora, por un lado, la música permite mayor incisividad que las palabras; por otro lado, el canto litúrgico, por lo general, las acompaña, siendo su propio propósito «agregar mayor eficacia al texto mismo» (Pío X, Motu proprio Tra le sollecitudini, 1). Esta debería ser la ventana que abre al estudio de la TLM, siguiendo tres vías principales:

– Vía histórica: aprender las lecciones de la historia de la música litúrgica (¿por qué una pieza en particular es considerada litúrgica? ¿cómo ha logrado expresar la teología que lleva consigo?);

– Vía fundamental (¿qué teología debe contener la música de un ofertorio o de una antífona de comunión específica?);

– Vía creativa, con vistas a componer nuevas obras (¿cómo traducir esa teología en canto?).

En este punto, es importante mencionar que muchas indicaciones sobre la música que se encuentran en varios documentos de la Iglesia son propriamente TLM. A continuación, mencionamos algunos ejemplos entre muchos. La instrucción Musicam Sacram declara que los músicos deben conocer y comprender profundamente el espíritu de la liturgia (cf. n. 67) y que los cantos deben ser apropiados para momentos específicos de la Misa, las festividades y el tiempo litúrgico (cf. nn. 32, 36). La Instrucción General del Misal Romano explica el significado, propósito y carácter de los diferentes cantos de la Misa, así como la forma en que deben ser ejecutados (cf. nn. 47-48, 52-53, 55, etc.) y el significado del silencio (cf. nn. 56, 88).

Todas estas explicaciones son TLM. Sin embargo, es natural que su referencia sea general, no particular. Representan un primer nivel de TLM. Pero la TLM también debe alcanzar un nivel más específico. De hecho, es necesario comprender la teología de momentos específicos de la Misa, pero también, dando un paso más, la teología de momentos específicos de cada Misa individual. Un ejemplo ayuda a aclarar este concepto. La música de un antífona de entrada debe tener una serie de características comunes para todas (cf. IGMR 47-48); sin embargo, el texto y la música de la antífona de entrada en la Misa de Navidad no serán los mismos que los de la antífona de entrada en la Misa de la Epifanía, el Lunes Santo o el domingo de ‘Gaudete’. Lo mismo ocurre con los cantos de comunión de cada Misa, así como con los cantos del ordinario, que, aunque tienen el mismo texto, deben ser seleccionados según el carácter teológico de cada celebración específica.

Es por eso que la TLM es una guía para asegurar que la música responda verdaderamente al espíritu de la acción litúrgica (cf. Concilio Vaticano II, Const. sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium, 116). Se trata, por lo tanto, de la teología que lleva consigo la música y de cómo y por qué se considera apropiada o no para un momento litúrgico particular.

Estos son los requisitos que configuran tanto el objeto material como el punto de vista del estudio de la TLM en un primer acercamiento.

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